2-46
Julio 14, 1899
Jesús no puede dejar a quien lo ama.
(1) Mi adorable Jesús continúa estos días haciéndose ver poquísimas veces, su visita es como
un rayo, que mientras se quiere seguir viéndolo huye, y si alguna vez se detiene un poco es casi
siempre en silencio, otras veces dice alguna cosa, pero en cuanto se va me parece que se lleva
esa palabra junto con la luz que me viene de su palabra, tanto que después no recuerdo nada
de lo que ha dicho, y mi mente queda en la misma confusión de antes. ¡Qué miserable estado!
Mi amado Jesús, ten piedad de esta miserable, continúa haciendo uso de tu misericordia. Ahora,
para no alargarme y decir día por día lo que he pasado, diré aquí todo junto, algunas palabras
que me ha dicho en estos días pasados.
(2) Recuerdo que después de haber derramado lágrimas amarguísimas, Jesús, haciéndose
ver y yo lamentándome con Él porque me había dejado, llamó a muchos ángeles y santos y
dirigiéndose a ellos les dijo: “Oigan lo que dice, que Yo la he dejado, díganle, ¿puedo Yo dejar
a aquellos que me aman? Ella me ha amado, ¿cómo puedo dejarla?” Y los santos estuvieron de
acuerdo con el Señor y yo quedé más humillada y confundida que antes.
(3) En otra ocasión, diciéndole que: “Al final terminarás por dejarme del todo”. Jesús me dijo:
(4) “Hija, no puedo dejarte, y como prenda de esto he puesto en ti mis sufrimientos”.
(5) Después, encontrándome ocupada con el pensamiento: “Cómo has permitido Señor que
viniera el sacerdote, todo habría podido pasar entre Tú y yo”. En un instante me he encontrado
fuera de mí misma, extendida sobre una cruz, pero no había ninguno que me pudiera clavar, yo
he comenzado a pedirle al Señor que viniera a crucificarme y Jesús ha venido y me ha dicho:
(6) “Ve cómo es necesario que el sacerdote esté en medio de mis obras, y esto es ayuda
también para cumplir la crucifixión; es cierto que si no hay nadie, por ti sola no puedes
crucificarte, siempre se necesita de la ayuda de los demás”.
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2-47
Julio 18, 1899
(1) Continúa casi siempre lo mismo. Esta vez me parecía que en mi corazón estuviese Jesús
Sacramentado, y desde la hostia santa esparcía tantos rayos de luz en mi interior, y a mi corazón
le salían tantos hilos de luz, que se entrelazaban todos esos rayos de luz, me parecía que Jesús
con su amor atraía todo mi corazón, y mi corazón con aquellos hilos atraía y ataba a Jesús a
estarse conmigo.
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2-48
Julio 22, 1899
Cómo la cruz vuelve al alma transparente.
(1) Esta mañana mi adorable Jesús se hacía ver con una cruz de oro colgada del cuello, toda
resplandeciente, y que al mirarla se complacía inmensamente. De repente se ha encontrado
presente el confesor y Jesús le ha dicho: “Los sufrimientos de los días pasados han acrecentado
el resplandor a la cruz, tanto, que mirándola siento mucho agrado”.