(11) Y Jesús: “Sí, pero no quiero que vean que estoy aquí”.
(12) Y yo: “Está bien, haré ver que la tomo para mí, y sin que se den cuenta te lo daré”. Y así
lo hemos hecho.
(13) Poco después, Jesús poniéndose de pie y acercando sus labios a mi cara, ha comenzado
a hacer un ruido con su boca, como un sonido de trompeta, todas aquellas gentes palidecían y
temblaban, diciendo entre ellas: “¿Qué pasa, qué pasa? ¡Ahora moriremos!”
(14) Yo le he dicho: “Señor mío Jesús, ¿qué haces? Cómo, hasta ahora no querías ser visto
y luego te pones a hacer ruido, estate quieto, estate quieto, no hagas que la gente tenga miedo,
¿no ves cómo todos se espantan?”
(15) Y Jesús: “Ahora es nada, ¿qué será cuando de repente haga sonar más fuerte? Será tal
el temor del que serán presa, que muchos y muchos dejarán la vida”.
(16) Y yo: “Adorable Jesús mío, ¿qué dices? Siempre en eso, que quieres hacer justicia, pero
no, misericordia, misericordia te pido para tu pueblo”.
(17) Después, tomando su aspecto dulce y benigno, y volviendo a ver al confesor, he
comenzado de nuevo a importunarlo y Jesús me ha dicho:
(18) “Haré con tu confesor como con aquel árbol injertado, que no se reconoce más el árbol
viejo, tanto en el alma como en el cuerpo, y en prenda de esto te he dado a ti en sus manos
como víctima, para que se sirva de ello”.
+ + + +
2-43
Junio 25, 1899
Continúa en lo mismo y Jesús habla de la Fe.
(1) Esta mañana Jesús continúa haciéndose ver de vez en cuando, participándome un poco
de sus sufrimientos y a veces veía al confesor con Él, y como él me había dicho que rezara por
ciertas necesidades suyas, viéndolo junto con Nuestro Señor he comenzado a rogar a Jesús
que le concediera lo que él quería. Mientras yo le rogaba, Jesús, todo bondad se dirigió al
confesor y le ha dicho:
(2) “Quiero que la fe te inunde por todas partes, como aquellas barcas que son inundadas por
las aguas del mar, y como la fe soy Yo mismo, siendo inundado por Mí, que todo poseo, puedo
y doy libremente a quien en Mí confía, sin que tú pienses en lo que vendrá, y al cuándo y el
cómo y qué harás, Yo mismo, según tus necesidades me prestaré a socorrerte”.
(3) Después ha agregado: “Si te ejercitas en esta fe, casi nadando en ella, en recompensa te
infundiré en el corazón tres gozos espirituales: El primero, que penetrarás las cosas de Dios con
claridad y al hacer cosas santas te sentirás inundado por una alegría, por un gozo tal, que te
sentirás como empapado, y esto es la unción de mi gracia.
(4) El segundo es un fastidio de las cosas terrenas y sentirás en tu corazón alegría por las
cosas celestiales.
(5) El tercero es un desapego total de todo, y en donde antes sentías inclinación, sentirás un
fastidio, como desde hace tiempo lo estoy infundiendo en tu corazón, y tú ya lo estás
experimentando. Y por esto tu corazón será inundado por la alegría que gozan las almas
totalmente desapegadas, que tienen su corazón tan inundado de mi amor, que de las cosas que
las rodean externamente no reciben ninguna impresión”.
+ + + +