2-40
Junio 21, 1899
Temores. Jesús le promete no dejarla jamás.
(1) Como Jesús no venía, estaba pensando entre mí: “Quién sabe, a lo mejor Jesús no viene
más y me deja abandonada”. Y no decía otra cosa que: “¡Ven mi amado, ven!” De improviso ha
venido y me ha dicho:
(2) “No te dejaré, jamás te abandonaré, también tú, ven, ven a Mí”.
(3) Yo enseguida he corrido para meterme en sus brazos, y mientras estaba así Jesús ha
vuelto a decir:
(4) “No sólo no te dejaré a ti, sino que por amor tuyo no dejaré Corato”.
(5) Después, casi sin darme cuenta, en un instante desapareció y yo quedé deseándolo más
que antes e iba diciendo: “¿Qué me has hecho? ¿Cómo tan pronto te has ido sin ni siquiera
decirme adiós?”
(6) Mientras desahogaba mi pena, la imagen del Niño Jesús que tengo cerca de mí, parecía
que se hacía viva y de vez en cuando sacaba la cabeza de la cubierta de cristal para ver que
cosa hacía yo, cuando veía que me daba cuenta, enseguida se metía. Yo le he dicho: “Se ve
que eres demasiado impertinente y que quieres portarte como niño, yo me siento enloquecer
por la pena de que no vienes y Tú te pones a jugar, bueno pues, juega y bromea también, que
yo tendré paciencia”.
+ + + +
2-41
Junio 22, 1899
Jesús juega y le hace bromas.
(1) Esta mañana mi dulce Jesús quería continuar entreteniéndose y queriendo bromear, venía,
me ponía sus manos en la cara como si quisiera hacerme una caricia, pero en el momento de
hacerla desaparecía, de nuevo venía, extendía sus brazos hacia mi cuello en acto de quererme
abrazar, pero mientras extendía los míos para abrazarlo, me huía como un relámpago, sin
poderlo encontrar, ¿quién puede decir las penas de mi corazón? Mientras mi pobre corazón
nadaba en este mar de dolor inmenso, hasta sentirme desfallecer, ha venido la Mamá Reina
trayéndolo como niño entre sus brazos y así nos hemos abrazado los tres juntos, la Mamá, el
Hijo y yo, entonces tuve tiempo de decirle: “Señor mío Jesús, me parece que has retirado tu
gracia de mí”.
(2) Y Él: “¡Tonta, tontita que eres! ¿Cómo dices que te he retirado mi gracia mientras estoy en
ti? ¿Y qué cosa es mi gracia sino Yo mismo?”.
(3) He quedado más confundida que antes viendo que no sabía hablar y que en aquellas dos
palabras que había dicho, no había dicho otra cosa que desatinos. Después la Reina Madre ha
desaparecido y Jesús parecía que se encerraba dentro de mi interior y ahí se quedaba.
(4) Hoy, después de la meditación, se hacía ver que dormía dentro de mí, yo lo estaba
mirando, deleitándome en su bello rostro, pero sin despertarlo, contenta de verlo al menos,
cuando en un instante ha venido de nuevo la bella Mamá Reina, lo ha tomado de dentro de mi
corazón, moviéndolo todo deprisa para despertarlo; después de despertarlo lo ha puesto de
nuevo en mis brazos diciéndome:
(5) “Hija mía, no lo dejes dormir, porque si duerme vas a ver lo que sucederá”.
(6) Era un temporal lo que se preparaba. Así el niño, medio durmiendo, ha puesto sus manitas
en mi cuello y estrechándome me ha dicho: