2-37
Junio 17, 1899
Contiende con Jesús y lo convence de no dormir.
(1) Continúa siempre lo mismo, pero especialmente esta mañana he estado contendiendo con
mi amado Jesús; Él que quería continuar mandando el granizo como ha hecho en días pasados,
y yo que no quería; cuando en lo mejor de esta contienda, parecía que se preparaba un temporal
y daba ordenes a los demonios que destruyeran con el flagelo del granizo varios lugares. En
ese momento veía que de lejos me llamaba el confesor, dándome la obediencia de que fuera a
poner en fuga a los demonios para no dejarlos hacer nada. Mientras he salido para ir, Jesús vino
a mi encuentro haciéndome volver atrás y yo le he dicho: “Señor bendito, no puedo, porque es
la obediencia la que me ha mandado y Tú sabes que yo y Tú debemos ceder ante esta virtud,
sin podernos oponer”.
(2) Entonces Jesús: “Bien, lo haré Yo por ti”.
(3) Y así ha ordenado a los demonios que se fueran a lugares más lejanos y que por ahora
no tocaran las tierras pertenecientes a nuestra ciudad.
(4) Después me dijo a mí: “Volvamos”.
(5) Así hemos regresado, yo a la cama y Jesús junto a mí. Apenas hemos llegado Jesús
quería reposar, diciendo que estaba muy cansado, yo lo he detenido diciéndole: “¿Quién sabe
que es este sueño que quieres hacer? Y además, qué bonita obediencia me has hecho hacer,
porque quieres dormir. ¿Esto es lo mucho que me quieres y que quieres contentarme en todo?
¿Quieres dormir? Duerme pues, basta que me des tu palabra que no harás nada”. Entonces,
disgustándose por mi descontento me ha dicho:
(6) “Hija mía, no obstante quisiera contentarte, hagamos así: Salgamos juntos de nuevo entre
la gente, y a aquellos que veamos que es necesario castigar por sus tantas acciones infames, y
que quizá al menos bajo el flagelo se arrepentirán, al que tú quieras de ellos y a aquellos que es
menos necesario castigar y que tú no quieras que los castigue, Yo los libraré”.
(7) Y yo: “Señor, gracias te doy por tu suma bondad al quererme contentar, pero con todo y
esto no puedo hacer lo que me dices, no siento la fuerza de poner mi voluntad para castigar a
ninguna de tus criaturas, y además, qué tormento será para mi pobre corazón cuando oiga que
tal persona o aquella otra ha sido castigada y que yo puse mi voluntad Jamás sea, jamás sea,
¡oh Señor!”
(8) Después ha venido el confesor para llamarme en mí misma y así ha terminado.
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2-38
Junio 19, 1899
Quien se hace desaparecer a sí mismo, jamás comete pecados.
(1) Habiendo pasado ayer una jornada de purgatorio por la privación casi total de mi sumo
Bien, y por las tantas tentaciones que me ponía el demonio, me parecía que cometía muchos
pecados. ¡Oh Dios, qué pena el ofender a Dios!
(2) Esta mañana, en cuanto vi a Jesús, rápidamente le he dicho: “Jesús bueno, perdóname
los tantos pecados que hice ayer”. Y quería decirle todo el mal que sentía que había hecho. Él,
interrumpiéndome me ha dicho:
(3) “Si te haces desaparecer a ti misma, no cometerás pecados jamás”.
(4) Yo quería seguir hablando, pero Jesús haciéndome ver muchas almas devotas y
mostrándome que no quería oír lo que le quería decir, ha continuado diciendo: