(4) “Hija mía, la dulzura tiene la virtud de hacer cambiar la naturaleza a las cosas, sabe
convertir lo amargo en dulce, por eso, más dulce, más dulce”.
(5) Pero no me dio tiempo de decir una sola palabra. Así he pasado esta mañana.
(6) Después de esto me he sentido fuera de mí misma junto con Jesús. Había muchas
personas, quién ambicionaba las riquezas, quién el honor, quién la gloria y quién hasta la
santidad, y tantas otras cosas, pero no por Dios, sino para ser tomadas en cuenta como algo
grande por las demás criaturas. Jesús dirigiéndose a ellas, moviendo la cabeza les dijo:
(7) “Qué tontos sois, os estáis formando la red para enredaros”.
(8) Después, dirigiéndose a mí me ha dicho:
(9) “Hija mía, por eso la primera cosa que tanto recomiendo es el desapego de todas las cosas
y hasta de sí mismo, y cuando el alma se ha despegado de todo, no tiene necesidad de hacerse
fuerza para estar lejos de todas las cosas de la tierra, que por ellas mismas se ponen a su
alrededor, pero viendo que no son tomadas en cuenta, más bien despreciadas, dándole un adiós
se despiden para no darle más molestia”.
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2-26
Mayo 26, 1899
Luisa ve su propia nada. Jesús le enseña
acerca del desprecio de uno mismo.
(1) Esta mañana me encontraba en un aniquilamiento tal de mí misma, hasta sentirme odiosa
y fastidiada, me parecía ser la más abominable que se pudiera encontrar; me veía como un
pequeño gusano que se movía y se movía pero siempre quedaba allí, en el fango, sin poder dar
un paso. ¡Oh Dios, qué miseria humana! No obstante después de tantas gracias que me has
dado, soy tan mala todavía. Y mi buen Jesús, siempre benigno con esta miserable pecadora, ha
venido y me ha dicho:
(2) “El desprecio de ti misma sólo es loable cuando está bien investido por el espíritu de fe,
pero cuando no está investido por el espíritu de fe, en vez de hacerte bien te podrá dañar, porque
viéndote tal y como tú eres, que no puedes hacer nada de bien, desconfiarás, permanecerás
abatida, sin animarte a dar un paso en el camino del bien, pero apoyándote en Mí, esto es,
invistiéndote del espíritu de fe, vendrás a conocer y a despreciarte a ti, y al mismo tiempo a
conocerme a Mí, confiando del todo en poder obrar todo con mi ayuda, y he aquí que haciendo
de esta manera caminarás según la verdad”.
(3) Cuánto bien hizo a mi alma este hablar de Jesús, he comprendido que debo entrar en mi
nada y conocer quién soy yo, pero no debo detenerme ahí, sino que enseguida, después de
haberme conocido a mí misma, debo volar al mar inmenso de Dios y ahí detenerme a tomar
todas las gracias que se necesitan para mi alma, de otra manera la naturaleza queda debilitada
y el demonio buscará medios para arrojarla en la desconfianza.
(4) Sea siempre bendito el Señor y siempre sea todo para gloria suya.
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