2-2
Marzo 10, 1899
El Señor le hace ver muchos castigos.
(1) Estando en mi habitual estado se ha hecho ver mi siempre amable Jesús, todo amargado
y afligido y me ha dicho:
(2) “Hija mía, mi justicia se ha vuelto muy pesada, y son tantas las ofensas que me hacen los
hombres que no puedo sostenerlas más. Por lo tanto la guadaña de la muerte está a punto de
matar a muchos, de improviso y de enfermedades, y además son tantos los castigos que verteré
sobre el mundo, que serán una especie de juicio”.
(3) ¿Quién puede decir los tantos castigos que me ha hecho ver, y el modo como yo he
quedado aterrorizada y espantada? Es tanta la pena que siente mi alma, que creo es mejor
pasarla en silencio.
(4) Continúo diciendo porque la obediencia lo quiere; entonces me parecía ver las calles llenas
de carne humana y la sangre que inundaba la tierra, ciudades sitiadas por enemigos que no
perdonaban ni siquiera a los niños; me parecían como tantos animales salidos del infierno, no
respetaron ni iglesias ni sacerdotes. Parecía que el Señor mandaba un castigo del Cielo, cuál
sea no sé decirlo, sólo me parecía que todos recibiremos un golpe mortal, y quién quedará
víctima de la muerte y quién se repondrá. Me parecía también ver las plantas secas y muchos
otros males que deben venir sobre las cosechas. ¡Oh Dios, qué pena ver estas cosas y estar
obligada a manifestarlas! ¡Ah Señor, aplácate, yo espero que tu sangre y tus llagas sean nuestro
remedio, o bien viértelos sobre esta pecadora, pues los merezco, de otra manera tómame y
entonces estarás libre de hacer lo que quieras, pero mientras viva haré cuanto pueda para
oponerme!
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2-3
Marzo 13, 1899
La caridad no es otra cosa que el desahogo del Ser Divino. Todo lo creado habla del
amor de Dios hacia el hombre, y le enseña el modo como debe amar a Dios.
(1) Esta mañana el amado Jesús no se hacía ver según lo acostumbrado, todo amabilidad y
dulzura, sino severo, mi mente me la sentía en un mar de confusión y mi alma tan afligida y
aniquilada, especialmente por los castigos vistos en los días pasados; viéndolo en aquel aspecto
no me atrevía a decirle nada, nos mirábamos pero en silencio. ¡Oh Dios, qué pena! Cuando de
pronto he visto también al confesor y Jesús mandando un rayo de luz intelectual ha dicho estas
palabras:
(2) “Caridad, la caridad no es otra cosa que un desahogo del Ser Divino, y este desahogo lo
he difundido sobre todo lo creado, de modo que todo lo creado habla del amor que le tengo al
hombre, y todo lo creado le enseña el modo como debe amarme; comenzando desde el ser más
grande hasta la más pequeña florecita del campo dice al hombre: “Con mi suave perfume y con
estarme siempre dirigida hacia el cielo, intento enviar un homenaje a mi Creador; también tú,
haz que todas tus acciones sean olorosas, santas, puras, no hagas que el mal olor de tus
acciones ofenda a mi Creador”. ¡Ah, hombre! repite la florecita, “no seas tan insensato de tener
los ojos fijos a la tierra, sino elévalos al Cielo, mira, allá arriba está tu destino, tu patria, allá arriba
está el Creador mío y tuyo que te espera”. El agua que continuamente corre bajo nuestros ojos
nos dice también: “Mira, de las tinieblas he salido y tanto debo correr y correr hasta que llegue