vida a todo con su calor y no empobrece de luz, ni pierde nada de su calor y mucho más,
mientras hace tanto bien a todos, él de ninguno tiene necesidad y queda siempre lo que es,
majestuoso, resplandeciente, sin cambiarse jamás. ¡Oh! Cómo se representan bien en el sol las
cualidades divinas, Dios, con su inmensidad se encuentra en el fuego y no arde, en el mar y no
se ahoga, bajo nuestros pasos y no lo pisamos, da a todos y no empobrece y de nadie tiene
necesidad, ve todo, más bien es todo ojos y no hay cosa que no sienta, está al día de cada fibra
de nuestro corazón, de cada pensamiento de nuestra mente, y siendo Espíritu purísimo no tiene
ni oídos, ni ojos, y pase lo que pase no cambia jamás. El sol, invistiendo al mundo con su luz no
se fatiga, así Dios, dando vida a todos, ayudando y rigiendo al mundo, no se fatiga. Para no
gozar más la luz del sol y sus benéficos efectos, el hombre puede esconderse, puede poner
obstáculos, pero al sol nada le hace, permanece como es, el mal caerá todo sobre el hombre.
Así el pecador, con el pecado puede alejarse de Dios y no gozar más sus benéficos influjos,
pero a Dios nada le hace, todo el mal es suyo.
(21) También la redondez del sol me simboliza la eternidad de Dios, que no tiene ni principio
ni fin. La misma luz penetrante del sol, que nadie puede contener en su ojo, y que si alguien
quisiera mirarlo fijamente en pleno mediodía quedaría deslumbrado, y si el sol se quisiera
acercar al hombre, éste quedaría reducido a cenizas. Así del Sol Divino, ninguna mente creada
puede restringirlo en su pequeña mente para comprenderlo en todo lo que es, y si quisiera
esforzarse quedaría deslumbrada y confundida, y si este Sol Divino quisiera hacer ostentación
de todo su amor, haciéndoselo sentir al hombre mientras está aun en carne mortal, el hombre
quedaría incinerado. Por lo tanto, Dios ha puesto una sombra de Sí y de sus perfecciones en
todo lo creado, así que parece que lo vemos y lo tocamos y por Él quedamos tocados
continuamente.
(22) Además de esto, después de que el Señor dijo aquellas palabras: “La fe es Dios”. Yo le
dije: “Jesús, ¿me quieres?”
(23) Y Él ha agregado: “Y tú, ¿me quieres?”
(24) Yo enseguida he dicho: “Sí, Jesús, y Tú lo sabes, que sin Ti siento que me falta la vida”.
(25) “Pues bien”. Ha añadido Jesús. “Tú me quieres, Yo también, por lo tanto amémonos y
estemos siempre juntos”.
(26) Así ha terminado por esta mañana. Ahora, ¿quién puede decir cuánto ha comprendido
mi mente de este Sol Divino? Me parece verlo y tocarlo por todas partes, es más, me siento
revestida por Él dentro y fuera de mí misma, pero mi capacidad es pequeña, pequeña, que
mientras parece que comprende alguna cosa de Dios, al verlo parece que no he comprendido
nada, más bien me parece haber dicho disparates, espero que Jesús me los perdone.
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