muerta. La fe vivifica, la fe santifica, la fe espiritualiza al hombre y lo hace tener fijos los ojos en
un Ser Supremo, de modo que nada aprende de las cosas de acá abajo, y si las aprende, las
aprende en Dios. ¡Oh! La felicidad de un alma que vive de fe, su vuelo es siempre hacia el Cielo,
en todo lo que le sucede se mira siempre en Dios y he aquí como en la tribulación la fe la eleva
en Dios y no se aflige, ni siquiera un lamento, sabiendo que no debe formar aquí su contento,
sino en el Cielo. Así si la alegría, la riqueza, los placeres, la circundan, la fe la eleva en Dios y
dice entre sí: “¡Oh, cuánto más contenta y más rica seré en el Cielo!” Así que de estos bienes
terrenos toma fastidio, los desprecia, y se los pone bajo los pies. A mí me parece que a un alma
que vive de fe, le sucede como a una persona que posee millones y millones de monedas y
hasta reinos enteros, y otra persona le quiere ofrecer un centavo. Ahora, ¿qué diría aquella?
¿No se indignaría, no se lo arrojaría a la cara? Y agrego: ¿Y si ese centavo estuviera todo
enlodado, como son las cosas terrenas, y además, si le fuera dado sólo en préstamo? Entonces
ella diría: “Inmensas riquezas gozo y poseo, ¿y tú osas ofrecerme este vil centavo tan enlodado
y por poco tiempo?” Yo creo que voltearía enseguida la mirada y no aceptaría el don. Así hace
el alma que vive de fe respecto a las cosas terrenas.
(9) Ahora vayamos otra vez a la idea del alimento: El cuerpo, tomando el alimento no sólo se
sostiene, sino que participa de la sustancia del alimento que se transforma en el mismo cuerpo.
Ahora así el alma que vive de fe; como la fe es Dios mismo, el alma viene a vivir del mismo Dios,
y alimentándose del mismo Dios viene a participar de la sustancia de Dios, y participando viene
a semejarse a Él y a transformarse con el mismo Dios, por lo tanto al alma que vive de fe le
sucede que santo es Dios, santa es el alma; potente Dios, potente el alma; sabio, fuerte, justo
Dios, sabia, fuerte, justa el alma, y así de todos los demás atributos de Dios. En suma, el alma
llega a ser un pequeño dios. ¡Oh, la bienaventuranza de esta alma en la tierra, para ser luego
más bienaventurada en el Cielo!.
(10) Comprendí también que lo que significan esas palabras que el Señor dice a sus almas
predilectas: “Te desposaré en la fe”. Que el Señor en este místico desposorio viene a dotar a
las almas de sus mismas virtudes. Me parece como dos esposos que uniendo sus propiedades,
no se disciernen más las cosas del uno y las del otro y ambos se hacen dueños de todo. Pero
en nuestro caso, el alma es pobre, todo el bien es por parte del Señor que la vuelve partícipe de
sus sustancias.
(11) Vida del alma es Dios, la fe es Dios y el alma poseyendo la fe, viene a injertar en sí todas
las demás virtudes, de manera que la fe está como rey en el corazón y las demás virtudes están
a su alrededor, como súbditas sirviendo a la fe, así que las mismas virtudes, sin la fe, son
virtudes que no tienen vida.
(12) Me parece a mí que Dios en dos modos comunica la fe al hombre: La primera es en el
santo bautismo; la segunda es cuando Dios bendito, depositando una partecita de su sustancia
en el alma, le comunica la virtud de hacer milagros, como la de poder resucitar a los muertos,
sanar a los enfermos, detener el sol y demás. ¡Oh, si el mundo tuviera fe, se cambiaría en un
paraíso terrestre!.
(13) ¡Oh! Cuán alto y sublime es el vuelo del alma que se ejercita en la fe. A mí me parece
que el alma, ejercitándose en la fe, hace como aquellos tímidos pajaritos que temiendo ser
tomados presos por los cazadores o bien por cualquier otra insidia, hacen su morada en la cima
de los árboles, o bien en las alturas, cuando después son obligados a tomar el alimento
descienden, toman el alimento y rápidamente vuelan a su morada; y alguno, más prudente, toma
el alimento y ni siquiera se lo come en la tierra, para estar más seguro se lo lleva a la cima de
los árboles y allá se lo come. Así el alma que vive de fe, es tan tímida de las cosas terrenas, que
por temor de ser asechada, ni siquiera les dirige una mirada, su morada está en lo alto, encima
de todas las cosas de la tierra y especialmente en las llagas de Jesucristo, y desde dentro de
aquellas beatas moradas gime, llora, reza y sufre junto con su Esposo Jesús sobre la condición
y miseria en que yace el género humano. Mientras ella vive en esas moradas de las llagas de
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