(163) “No temas, Yo mismo sostendré tu debilidad, tú no sabes qué gracias te he preparado,
por eso temes tanto. ¿No soy Yo Omnipotente? ¿No podré Yo suplir a la privación de que me
recibas en el Sacramento? Por eso resígnate, ponte como muerta en mis brazos, ofrécete
víctima voluntaria para repararme las ofensas, por los pecadores y para evitarles a los hombres
los merecidos flagelos. Y Yo te doy en prenda mi palabra de no dejar ni siquiera un solo día sin
venirte a visitar. Hasta ahora tú has venido a Mí, de ahora en adelante vendré Yo a ti. ¿No estás
contenta?”
(164) Así me resigné a la Santa Voluntad de Dios, y fui sorprendida por este estado de
sufrimientos. ¿Quién puede decir las gracias que el Señor empezó a darme? Es imposible poder
decirlo todo detalladamente, podré decir alguna cosa confusamente, pero por cuanto pueda y
para cumplir la santa obediencia que así lo quiere, me esforzaré en decir por cuanto me sea
posible.
(165) Recuerdo que desde el principio de este estar continuamente en la cama, mi amante
Jesús muy frecuentemente se hacía ver, lo que no había hecho en el pasado. Desde el principio
me dijo que quería que llevara un nuevo sistema de vida para disponerme a aquel místico
desposorio que me había prometido, me decía:
(166) “Amada de mi corazón, te he puesto en este estado a fin de poder venir más
libremente y conversar contigo, mira, te he liberado de todas las ocupaciones externas a fin de
que no sólo el alma, sino también el cuerpo esté a mi disposición, y así tú puedas estar en
continuo holocausto ante Mí. Si no te hubiese puesto en esta cama, debiendo tú desempeñar
los deberes de familia y sujetarte a otros sacrificios, no podría Yo venir tan frecuentemente y
hacerte partícipe de las ofensas conforme las recibo, a lo más debería esperar a que cumplieras
tus deberes, pero ahora no, ahora hemos quedado libres, no hay ya nadie que nos moleste y
que interrumpa nuestra conversación, de ahora en adelante mis aflicciones serán tuyas, y las
tuyas, mías; mis sufrimientos tuyos, y los tuyos míos; mis consolaciones tuyas, y las tuyas mías;
uniremos todas las cosas juntas y tú tomarás interés de mis cosas como si fuesen tuyas, y así
haré Yo de las tuyas. No habrá más entre nosotros dos, esto es mío y esto es tuyo, sino que
todo será común por ambas partes.
(167) ¿Sabes cómo he hecho contigo? Como un rey cuando quiere hablar con su esposa
reina, y ésta se encuentra con sus damas en otras ocupaciones. El rey, ¿qué hace? La toma y
la lleva dentro de su habitación, cierra las puertas para que ninguno pueda entrar a interrumpir
su conversación y oír sus secretos, y así estando solos se comunican recíprocamente sus
aflicciones y sus consuelos. Ahora, si algún imprudente fuera a tocar la puerta, a gritar tras ella
y no los dejara gozar en paz su conversación, ¿el rey no lo tomaría a mal? Así he hecho Yo
contigo, y si alguien te quisiera distraer de este estado, también me disgustaría”.
(168) Y continuó diciéndome: “Quiero de ti perfecta conformidad a mi Voluntad, de tal modo
de deshacer tu voluntad en la mía, desapego absoluto de toda cosa, tanto que todo lo que es
tierra quiero que sea tenido por ti como estiércol y podredumbre que da horror al sólo mirarlo, y
esto porque las cosas terrenas, aunque no se tuviera apego a ellas, sólo con tenerlas en torno
y mirarlas ensombrecen las cosas celestiales e impiden realizar ese místico desposorio que te
he prometido. Además quiero que así como Yo fui pobre, también me imites en la pobreza,
debes considerarte en esta cama como una pobrecita, los pobres se contentan con lo que tienen,
y me agradecen primero a Mí, y luego a sus benefactores. Así tú conténtate con lo que te es
dado, sin pedir ni esto ni aquello, porque podría ser un estorbo en tu mente y con santa
indiferencia, sin pensar si eso te haría bien o mal sométete a la voluntad de los demás”.
(169) Esto me costó mucho al principio, especialmente por las obediencias que me daba el
confesor, no sé por qué, pero quería que tomara quinina, y tenía impuesta la obediencia de que
cada vez que volviera el estómago otras tantas debía volver a tomar alimento. Ahora, la quinina
me estimulaba el apetito y a veces sentía mucha hambre, tomaba el alimento y en cuanto lo
tomaba, y a veces en el momento mismo de tomarlo, por los continuos conatos de vómito estaba