preciso que debía estar continuamente sufriendo, yo la tomé como por cuarenta días, más o
menos, pero ya han pasado cerca de doce años que continúo así, pero siempre sea bendito
Dios, sean adorados siempre sus inescrutables juicios, yo creo que si el Señor bendito me
hubiera hecho entender con claridad el tiempo que debía estar en cama, mi naturaleza se habría
espantado mucho, y difícilmente se hubiera sometido, si bien recuerdo que he estado siempre
resignada, pero entonces no conocía la preciosidad de la cruz como el Señor me la ha hecho
conocer en el transcurso de estos doce años, ni el confesor hubiera accedido a darme la
obediencia. Entonces así le dije al confesor, que por cuarenta días el Señor quería que me diera
la obediencia de estar continuamente sufriendo, y también le dije lo demás. Con gran sorpresa
mía, porque yo lo creía imposible, el confesor me dijo que si era verdaderamente Voluntad de
Dios, él me daba la obediencia, que en realidad no era que él no pudiera venir, sino más bien
un poco de respeto humano. Mi alma se alegró mucho porque podía contentar al Señor, y
también librar a las criaturas, pero mi naturaleza se afligió mucho al recibir esta obediencia, tanto
que por algunos días estuve muy afligida, también el alma la sentía pensativa porque debía estar
tanto tiempo sin poder recibir a Jesús en el Sacramento, mi único consuelo; a veces sentía una
guerra tan feroz en mí, que yo misma no sabía qué cosa me había sucedido, muchas cosas las
agregaba el demonio, pero mi buen Jesús puso remedio a todo, y he aquí como sucedió.
Diferentes modos de hablar de Jesús.
(150) Pero antes de continuar, por orden del confesor actual debo manifestar los varios
modos con los cuales el Señor me ha hablado: A mí me parece que los modos con los que Dios
me habla sean cuatro, pero estos cuatro modos de hablar de Jesús son muy diferentes de las
inspiraciones.
(151) 1.- El primer modo es cuando el alma sale fuera de sí. Pero antes quiero explicar lo
mejor que pueda este salir fuera de mí misma. Esto sucede de dos modos: El primero es
instantáneo, casi como relámpago, y es tan repentino que me parece que el cuerpo se eleva un
poco de la cama, para seguir al alma, pero después queda en la cama y a mí me parece que el
cuerpo queda muerto, y el alma en cambio sigue a Jesús caminando por todo el universo, la
tierra, el aire, los mares, los montes, el purgatorio y el Cielo, donde muchas veces me ha hecho
ver el lugar donde yo estaré después de muerta.
(152) El otro modo de salir el alma es más tranquilo, parece que el cuerpo se adormece
insensiblemente y queda como petrificado ante la presencia de Jesucristo, pero el alma
permanece con el cuerpo, y éste no siente nada de las cosas externas, aunque se trastornara
todo el universo, aunque me quemaran y me redujeran en pedazos.
(153) Estos dos modos tan diferentes de salir fuera de mí misma, yo los he notado
sensiblemente, porque en el primer modo, debiendo yo obedecer al confesor que venía a
despertarme, lo he visto desde el lugar a donde me conducía Jesús; es decir, desde los confines
de la tierra, o del aire, o de los montes, o del mar, o del purgatorio, o aun desde el mismo Paraíso,
más bien me parecía que no tenía tiempo de poder volver para que el confesor encontrara mi
alma en el cuerpo, y poder obedecer, y como me encontraba con el alma tan lejos, me ajetreaba
toda, me angustiaba y me afligía pensando que no tendría tiempo de volver al cuerpo para que
el confesor me encontrara, y por tanto no tener tiempo de obedecer, sin embargo debo confesar
que siempre me he encontrado a tiempo, y me parecía que el alma entrase al cuerpo antes de
que el confesor comenzase a darme la obediencia de despertar.
(154) Es más, digo la verdad, muchas veces yo veía de lejos al confesor que venía, pero
para no dejar a Jesús, parecía que no pensara en confesor que venía y entonces Jesús mismo
me apresura a volver con el alma al cuerpo para poder obedecer al confesor, y entonces yo
sentía una gran repugnancia, por dejar a Jesús, pero la obediencia vencía, y dejando a Jesús,
Él mismo, o me besaba o me abrazaba o hacía otra cosa para despedirse de mí. Y yo dejando
27 sig