(2) Así parece que ha depuesto su furor y ella misma dictaba lo que era más necesario,
encerrando en pocas palabras todo el sentido de las diferentes cosas respecto a la caridad,
aunque a veces quería ser más detallada y yo le decía, basta, que con un poco de reflexión
entiendan lo que significa, ¿no es mejor encerrar en una palabra todo el significado, que en
tantas palabras?.
(3) A veces cedía la obediencia, a veces yo, y así parece que hemos estado de acuerdo.
Cuánta paciencia se necesita con esta bendita señora obediencia, verdaderamente señora,
porque basta que se le dé el derecho de dominar, y cambia su aspecto por el de un mansísimo
cordero, ella misma hace el sacrificio del trabajo y hace reposar al alma con su Señor,
poniéndose ella alrededor con ojo vigilante, para hacer que nadie ose molestarla ni interrumpir
su sueño; y mientras el alma duerme, esta noble señora ¿qué hace? Ella está sudando de su
frente, apurándose en el trabajo que le tocaba al alma, cosa que verdaderamente hace asombrar
a cualquier mente humana inteligente, y mueve a los corazones a amarla.
(4) Ahora, mientras esto digo, en mi interior pienso: “¿Pero qué cosa es esta obediencia? ¿De
qué está formada? ¿Cuál es el alimento que la sostiene?” Y Jesús hace oír su armoniosa voz
en mi oído que dice:
(5) “¿Quieres saber qué cosa es la obediencia? La obediencia es la quintaesencia del amor;
la obediencia es el amor más fino, más puro, más perfecto, extraído por el sacrificio más
doloroso, cual es el destruirse a sí mismo para vivir de Dios. La obediencia, siendo nobilísima y
divina, no admite en el alma nada de humano y que no sea suyo, por eso toda su atención es
destruir en el alma todo lo que no pertenece a su nobleza divina, como es el amor propio, y
hecho esto, poco le interesa que sea ella sola la que se esfuerce y se fatigue por lo que debería
hacer el alma, y a ésta la hace reposar tranquilamente. Finalmente, la obediencia soy Yo mismo”.
(6) ¿Quién puede decir cómo he quedado maravillada y estática al oír este hablar de Jesús
bendito? ¡Oh! santa obediencia, cómo eres incomprensible, yo me postro a tus pies y te adoro;
te pido que seas mi guía, maestra, luz en el desastroso camino de la vida, para que guiada,
enseñada, escoltada por tu luz purísima pueda con seguridad tomar posesión del puerto eterno.
Termino casi esforzándome en salir de esta virtud de la obediencia, de otra manera no terminaría
jamás de hablar. Es tanta la luz que veo de esta virtud, que podría escribir siempre sobre de
ella, pero otras cosas me llaman, por eso hago silencio y sigo donde dejé.
(7) Entonces veía a mi dulce Jesús afligido, y recordando que la obediencia me había dicho
que rezara por una persona, con todo el corazón la he encomendado, y Jesús me ha dicho:
(8) “Hija mía, que haga de manera que todas sus obras resplandezcan sólo de virtud, pero
especialmente le recomiendo que no se inmiscuya en las cosas de familia; si tiene alguna cosa,
que se deshaga de ella, si no tiene, no quiero que él se entrometa; que deje que las cosas las
haga quien debe y él permanezca libre, sin enfangarse en las cosas terrenas, de otra manera
vendría a incurrir en la desventura de los demás, que al principio, habiendo querido inmiscuirse
en alguna cosa de familia, despues todo el peso ha quedado en sus hombros, y Yo, sólo por mi
misericordia he debido permitir que no prosperaran, sino más bien que empobrecieran y así
hacerles tocar con la mano cuán inconveniente es a un ministro mío enfangarse en las cosas
terrenas, mientras, palabra salida de mi boca, que a los ministros de mi santuario, siempre y
cuando no toquen las cosas terrenas, jamás les habría faltado el alimento cotidiano. Ahora, si a
estos Yo los hubiera hecho prosperar, habrían enfangado su corazón y no habrían puesto
atención ni a Dios ni a las cosas pertenecientes a su ministerio; ahora, aburridos, cansados de
su estado, quisieran liberarse pero no pueden y esto es en castigo por lo que no deberían hacer”.
(9) Después le encomendé a un enfermo, y Jesús me mostraba sus llagas, que le había hecho
aquel enfermo. Yo he tratado de rogarle, aplacarlo y repararlo y parecía que aquellas llagas se
cerraban. Y Jesús, todo bondad me ha dicho:
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