alma. Ahora, ¿quién ha dado la vida a este árbol tan bello? Ciertamente las raíces, esto significa
que la fe, la esperanza y la caridad abrazan todo, contienen todas las virtudes, tanto, que son
puestas como base y fundamento del árbol, y sin ellas no se puede producir ninguna otra virtud”.
(3) Así que he comprendido también que las flores significan las virtudes, los frutos los
sufrimientos, las piedras preciosas y las perlas el sufrir únicamente por el solo amor de Dios. He
aquí por qué aquellas perlas que caían formaban ese bello ornamento a Nuestro Señor. Ahora,
mientras Jesús se sentaba a la sombra de este árbol, me miraba con ternura toda paterna,
entonces, tomado por un rapto amoroso, que parecía que no podía contener en Sí, abrazándome
fuertemente ha comenzado a decir:
(4) “¡Cómo eres bella! Tú eres mi candorosa paloma, mi amada morada, mi templo vivo, en el
cual unido con el Padre y el Espíritu Santo me complazco en deleitarme. Tu continuo penar por
Mí me alivia y consuela de las continuas ofensas que me hacen las criaturas. Debes saber que
es tanto el amor que te tengo, que estoy obligado a esconderlo en parte, para hacer que tú no
enloquezcas y puedas vivir, porque si te lo hiciese ver no sólo enloquecerías, sino que no podrías
continuar viviendo, tu débil naturaleza quedaría consumada por las llamas de mi amor”.
(5) Mientras esto decía yo me sentía toda confundir y aniquilar, y me sentía hundir en el
abismo de mi nada, porque me veía toda imperfecta, especialmente notaba mi ingratitud y
frialdad a las tantas gracias que el Señor me hace. Pero espero que todo redunde a su gloria y
honor, esperando con firme confianza que en un esfuerzo de su amor quiera vencer mi dureza.
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2-72
Septiembre 16, 1899
Divergencia con Jesús. Efectos del sufrir sólo por Dios.
(1) Esta mañana, mi adorable Jesús ha venido, y temiendo que fuese el demonio le he dicho:
“Permíteme que te signe la frente con la cruz”, y enseguida lo he persignado y así he quedado
más segura y tranquila.
(2) Ahora, Jesús bendito parecía cansado y se quería reposar en mí, y como también yo me
sentía cansada por los sufrimientos de los días pasados, especialmente por sus poquísimas
venidas, sentía la necesidad de reposarme en Él. Entonces, después de haber discutido un poco
me ha dicho:
(3) “La vida del corazón es el amor. Yo soy como un enfermo que arde por la fiebre, que va
buscando un refrigerio, un alivio para el fuego que lo devora. Mi fiebre es el amor; ¿pero dónde
obtengo los refrigerios, los alivios más aptos para el fuego que me consume? De las penas y
aflicciones sufridos por mis almas predilectas sólo por mi amor; muchas veces estoy esperando
y esperando a que el alma se vuelva a Mí para decirme: “Señor, sólo por amor tuyo quiero sufrir
esta pena”. ¡Ah sí, estos son mis refrigerios y los alivios más aptos que me alivian y me apagan
el fuego que me consume!”
(4) Después de esto se ha arrojado en mis brazos languideciendo para reposarse. Mientras
Jesús reposaba yo comprendía muchas cosas sobre las palabras dichas por Él, especialmente
sobre el sufrir por amor suyo. ¡Oh, qué moneda de inestimable valor! Si todos la conociéramos
haríamos competencia a ver quién pudiera sufrir más; pero yo creo que todos somos cortos de
vista para conocer esta moneda tan preciosa, por eso no se llega a tener conocimiento de ella.
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