mientras decía esto, ante mí ha aparecido un ojo resplandeciente y bello, y una voz que decía:
“Y yo me habría unido junto contigo y me habría complacido de reír, porque habría sido mía la
victoria”.
(5) Y yo: “¡Oh! amada obediencia, después de habernos reído juntas te habría dejado a las
puertas del Paraíso para decirte adiós y no vernos más, y así no tener que ver más contigo, y
me hubiera cuidado muy bien de no dejarte entrar”.
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2-70
Septiembre 5, 1899
Cómo Jesús obra la perfección en el alma poco a poco.
(1) Esta mañana me encontraba en tal abatimiento de ánimo y me veía tan mala, que yo
misma me volvía insoportable. Habiendo venido Jesús le he dicho mis penas y el miserable
estado en el cual me encontraba, y Él me ha dicho:
(2) “Hija mía, no quieras perder el ánimo, esta es mi costumbre, el obrar la perfección paso a
paso y no todo en un instante, a fin de que el alma, viendo siempre que le falta alguna cosa, se
impulse, haga todos los esfuerzos para alcanzar lo que le falta, a fin de agradarme más y de
santificarse mayormente, entonces Yo, atraído por esos actos me siento forzado a darle nuevas
gracias y favores celestiales, y con esto se viene a formar un comercio todo divino entre el alma
y Dios, de otra manera, poseyendo el alma en sí la plenitud de la perfección, y por lo tanto de
todas las virtudes, no encontraría modos de cómo esforzarse, cómo agradarle más y vendría a
faltar la yesca para encender el fuego entre la criatura y el Creador”.
(3) ¡Sea siempre bendito el Señor!
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2-71
Septiembre 9, 1899
Jesús le habla de la nada y del amor que le lleva.
(1) Jesús continúa viniendo, pero con un aspecto todo nuevo. Parecía que de su corazón
bendito salía un tronco de árbol que tenía tres raíces distintas, y este tronco, de su corazón
entraba en el mío, y saliendo de mi corazón el tronco formaba tantas bellas ramas cargadas de
flores, de frutos, de perlas y de piedras preciosas, resplandecientes como estrellas fulgidísimas.
Ahora, mi amante Jesús, viéndose a la sombra de este árbol, se recreaba todo, mucho más que
del árbol caían tantas perlas que formaban un bello adorno a su Santísima Humanidad. Mientras
estaba en esta posición me ha dicho:
(2) “Hija mía amadísima, las tres raíces que ves que contiene este árbol son: la fe, la
esperanza y la caridad. Y lo que tú ves que este tronco sale de Mí y se introduce en tu corazón,
significa que no hay bien que posean las almas que no venga de Mí; así que después de la fe,
la esperanza y la caridad, el primer desarrollo que hace este tronco es el hacer conocer que
todo el bien viene de Dios, que de ellas no tienen otra cosa que su propia nada, y que esta nada
no hace otra cosa que darme la libertad de hacerme entrar en ellas y hacerme obrar lo que
quiero; mientras que hay otras nadas, esto es, otras almas, que con la libre voluntad que tienen
se oponen, entonces, faltando este conocimiento, el tronco no produce ni ramas ni frutos, ni
ninguna otra cosa de bueno. Las ramas que contiene este árbol, con todo el aparato de las
flores, frutos, perlas y piedras preciosas, son todas las diversas virtudes que puede poseer el