(4) ¿Pero quién puede decir el purgatorio en el que me encontraba? Lo peor era que no podía
lanzarme hacia mi sumo y único Bien. ¡Ah sí, me era negado el pedir y desear a Jesús! ¡Ah! a
las almas benditas del purgatorio les es permitido pedir, desear, arrojarse hacia el sumo Bien,
sólo que les está prohibido el tomar posesión de Él, a mí, no, a mí me era negado aun este
consuelo. Entonces, toda la noche no he hecho otra cosa que llorar; cuando mi débil naturaleza
no podía más, el amable Jesús ha regresado en actitud de querer hablar conmigo, y yo
enseguida, recordando la obediencia que quiere reinar sobre todo, le he dicho: “Amada Vida
mía, no puedo hablar, y no vengas, porque la obediencia no quiere. Si quieres hacer entender
tu Voluntad, ve con el confesor”.
(5) Mientras esto decía he visto al confesor, y Jesús acercándose a él le ha dicho: “Esto es
imposible, a mis almas las tengo tan sumergidas en Mí, que formamos una misma sustancia,
tanto que no se distingue más la una de la otra, y así como cuando dos sustancias se unen, una
se transmite en la otra, y después, aunque se quiera separarlas, resulta inútil aun el pensarlo,
así es imposible que mis almas puedan estar separadas de Mí”.
(6) Y habiendo dicho esto se ha ido, y yo he quedado más afligida que antes, el corazón me
latía tan fuerte que sentía abrírseme el pecho. Después de esto, no sé decir como, me he
encontrado fuera de mí misma, y olvidándome no sé como de la obediencia recibida, he girado
por la bóveda del cielo llorando, gritando y buscando a mi dulce Jesús, cuando de repente lo he
visto venir, arrojándose entre mis brazos, todo prendado de amor y languideciendo, pero pronto
he recordado el mandato recibido y le he dicho: “Señor, no me quieras tentar esta mañana, ¿no
sabes que la obediencia no quiere?”
(7) Y Él: “Me ha mandado el confesor, por eso he venido”.
(8) Y yo: “No es verdad, ¿eres tal vez algún demonio que quiere engañarme y hacerme faltar
a la obediencia?”
(9) Y Jesús: “No soy demonio”.
(10) Y yo: “Si no eres demonio hagámonos juntos la señal de la cruz”. Y los dos nos signamos
con la cruz. Después he continuado diciéndole: “Si es verdad que te ha mandado el confesor,
vayamos a él, a fin de que él mismo pueda ver si eres Jesucristo o bien el demonio, y entonces
podré estar segura”.
(11) Así hemos ido con el confesor, y como Jesús estaba en forma de niño se lo he dado en
sus brazos diciéndole: “Padre, vea usted mismo, ¿es mi dulce Jesús, o no?”
(12) Ahora, mientras Jesús bendito estaba con el padre le he dicho: “Si eres verdaderamente
Jesús, bésale la mano al confesor”. Y en mi mente pensaba que si era el Señor habría hecho
esa humillación de besarle la mano, pero si era un demonio, no. Y Jesús se la besó, pero no al
hombre, sino a la potestad sacerdotal, así la ha besado. Después de esto parecía que el
confesor lo conjuraba para ver si era demonio, y no encontrándolo tal me lo ha regresado. Pero
con todo esto mi pobre corazón no podía gozar los abrazos de mi amado Jesús, porque la
obediencia lo tenía como atado, obstaculizado, mucho más porque aún no había ninguna orden
contraria, por eso mi corazón no osaba desahogarse, ni siquiera decir una palabra de amor...
(13) ¡Oh santa obediencia, cómo eres fuerte y potente! Yo te veo en estos días de martirio
ante mí como un guerrero potentísimo, armado de la cabeza a los pies con espadas, saetas,
flechas, lleno de todos aquellos instrumentos aptos para herir, y cuando ves que mi pobre
corazón cansado y abatido quiere consolarse buscando su refrigerio, su vida, el centro al cual
se siente atraer como por un imán, tú, mirándome con mil ojos, por todas partes me hieres con
heridas mortales. ¡Ah, ten piedad de mí y no seas tan cruel conmigo!
(14) Pero mientras digo esto, la voz de mi adorable Jesús se hace escuchar en mis oídos que
dice:
(15) “La obediencia fue todo para Mí, la obediencia quiero que sea todo para ti. La obediencia
me hizo nacer, la obediencia me hizo morir, las llagas que tengo en mi cuerpo son heridas y
marcas que me hizo la obediencia. Con razón has dicho que es un guerrero potentísimo, armado