Señor, no sea jamás que castigues a los hombres! Esposo Santo, no llores, tal como habéis
hecho otras veces así harás ahora, derramarás en mí, me harás sufrir a mí, y así vuestra justicia
no os obligará a castigar a las gentes”. Y Jesús continuaba llorando y yo repetía: “Pero
escúchame un poco, ¿no me habéis puesto en esta cama para que sea víctima por los demás?
¿Acaso no he estado dispuesta a sufrir las otras veces para evitar los castigos a las criaturas?
¿Por qué ahora no queréis hacerme caso?” Pero con todo y mis pobres palabras Jesús no se
calmaba de llorar, entonces no pudiendo resistir más, también yo rompí en llanto diciéndole:
“Señor, si vuestra intención es de castigar a los hombres, no me da el ánimo ver sufrir tanto a
las criaturas, por eso, si verdaderamente queréis mandar los flagelos y mis pecados no me
hacen merecer más el sufrir yo en vez de los demás, quiero irme al Cielo, no quiero estar más
sobre esta tierra”.
(6) Después ha venido el confesor y habiéndome llamado a la obediencia, Jesús se ha retirado
y así ha terminado.
(7) La siguiente mañana continuaba viendo a Jesús retirado en mi corazón, y veía que las
personas venían hasta dentro de mi corazón y lo pisoteaban, lo ponían bajo los pies. Yo hacía
cuanto más podía por liberarlo y Jesús dirigiéndose a mí me ha dicho:
(8) “¿Ves hasta dónde llega la ingratitud de los hombres? Ellos mismos me obligan a
castigarlos, sin que pueda hacer de otra manera. Y tú, querida mía, después de que me has
visto sufrir tanto, te sean más amadas las cruces y sientas como deleites las penas”.
+ + + +
2-5
Marzo 18, 1899
Continúa viendo a Jesús retirado en su corazón.
Él le dice como le es querida la caridad.
(1) Esta mañana mi querido Jesús seguía haciéndose ver desde dentro de mi corazón, y
viéndolo un poco más amable, me armé de valor y empecé a pedirle que no mandara tantos
castigos, y Jesús me dijo:
(2) “¿Qué te mueve, oh hija mía, a pedirme que no castigue a las criaturas?”
(3) Yo enseguida respondí: “Porque son tus imágenes y debiendo las criaturas sufrir, vendrías
Tú mismo a sufrir”. Entonces Jesús dando un suspiro me dijo:
(4) “Me es tan querida la caridad, que tú no puedes comprenderlo. La caridad es simple, como
mi Ser, que si bien es inmenso, es también simplísimo, tanto que no hay parte en la cual no
penetre. Así la caridad, siendo simple, se difunde por todas partes, no tiene deferencia por
ninguno, amigo o enemigo, vecino o forastero, a todos ama”.
+ + + +
2-6
Marzo 19, 1899
Temores. Jesús la tranquiliza. El demonio puede
hablar de virtud, pero no puede infundirla en el alma.
(1) Esta mañana, mientras Jesús se hacía ver, yo temía que no fuese verdaderamente Jesús,
sino el demonio que me quisiera engañar; después de que hice las acostumbradas protestas
Jesús me ha dicho: